Buenas tardes, presidencia, delegados y delegadas.
A lo largo de los últimos años, hemos visto un incremento notable de casos relacionados con la salud mental de los jóvenes. La pandemia tuvo un desproporcionado impacto sobre la salud mental, sobre todo para los jóvenes y las mujeres. El número de personas que las padecen ha aumentado. No obstante, este incremento les dio visibilidad a este tipo de problemas y empezaron a importarles a la sociedad. Muchos de estos jóvenes antes de la COVID-19 no comunicaban sus síntomas, pero gracias a esa visibilidad empezaron hacerlo. Por mucho que actualmente la declaración de síntomas haya aumentado, aún nos queda mucho camino por recorrer. Para poder tratar estas enfermedades y evitar que sigan creciendo debemos buscar la raíz de su existencia.
Un factor detonante para desencadenar problemas relacionados con la salud mental es la experimentación u observación de violencia a lo largo de la infancia. Según la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (ANPIR) más de un tercio de las personas que sufren problemas de salud mental han sufrido algún tipo de abuso durante su etapa infantil.
Según
https://digitallibrary.un.org/nanna/record/3971311/files/hidden_scars_spanish.pdf?withWatermark=0&withMetadata=0&version=1®isterDownload=1 se ha demostrado que cada año más de 1.000 millones de niños, es decir, la mitad de la población infantil del planeta, son víctimas de algún tipo de violencia. Con esto nos damos cuenta de que ningún niño está fuera de peligro, ya que sucede en todos los países, de diferentes formas y en muchos lugares. Ser víctima de violencia o estar expuesta a ella tiene graves repercusiones sobre la salud mental de las personas. Esta exposición continuada o espontánea a la violencia suele ser traumática para el niño, causando daños fisiológicos y psicológicos.
La organización mundial de la salud (
https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/child-maltreatment) muestra que las consecuencias de este maltrato infantil se pueden arrastrar a lo largo de toda la vida. A menudo las víctimas sufren graves consecuencias físicas, sexuales y psicológicas a corto y a largo plazo. Algunas de ellas son estrés postraumático, ansiedad, depresión e infecciones de transmisión sexual (ITS). Si el maltrato sucede durante la etapa adolescente puede desencadenar trastornos ginecológicos, embarazos no deseados y disminuir el rendimiento cognitivo y académico. Por último, ser víctima de maltrato conlleva modificaciones del comportamiento; son más propensos al tabaquismo, al consumo abusivo de alcohol y drogas, a desencadenar obesidad o a practicar comportamientos sexuales de alto riesgo.
De nuevo, la organización mundial de la salud nos proporciona cifras como que casi 3 de cada 4 niños de entre 2 y 4 años (unos 300 millones) sufren regularmente castigos corporales o violencia psicológica de parte de sus padres o cuidadores, o que una de cada 5 mujeres y uno de cada 13 hombres han sufrido abusos sexuales cuando tenían entre 0 y 17 años. También nos muestra que la mayoría de este maltrato queda oculto y solo una parte de los niños que han sido víctimas reciben la ayuda necesaria, agravando así la situación. Esta violencia puede llegar a tener daños irreversibles respecto a la salud mental, por si esto no fuera suficiente, estos daños también tienen un efecto sobre nuestro planeta, ya que ralentizan el desarrollo económico y social. Por último, también nos muestra que la violencia sí puede ser transmitida de generación en generación. Varios estudios muestran que niños que han sufrido abusos tienes más posibilidades de abusar de otros en su etapa adulta.
Según
https://www.unodc.org/documents/justice-and-prison-reform/Child-Victims/Report_in_Spanish.pdf (página 18) para poder disminuir la violencia infantil debemos implantar medidas para lo siguiente:
-Crear entornos familiares seguros, con ayuda y apoyo especializados a las familias que se encuentran en riesgo de violencia.
-Reducir la violencia en espacios públicos, como las escuelas.
-Eliminar las desigualdades culturales, sociales y económicas que agravan la violencia.
-Eliminar la diferencia de género.
-Coordinar y disponer de las ayudas necesarias para niños y niñas afectados por violencia.
-Modificar las actitudes y prácticas culturales que apoyan el uso de violencia.
-Prohibir todas las formas de violencia en la niñez y limitar el acceso de los jóvenes a productos nocivos, como el alcohol, drogas o armas de fuego.
Estas serían algunas medidas que deberíamos implementar para disminuir el número de casos. Acabar con esta violencia sería un gran avance respecto a la salud mental de nuestros jóvenes, deberíamos colaborar para crear una iniciativa con las medidas propuestas, creando una manera de difundirlas para llegar al mayor número de personas posible.
Espero sus propuestas.
Muchas gracias,
Delegada Ivet Rothwell - Pare Manyanet Les Corts (Barcelona)